Anna cuidaba rigurosamente a su padre enfermo. Cada día de su vida se levantaba, lo aseaba, atendía y se preocupaba sólo y exclusivamente por él. Dentro de su monotonía habitual no había lugar para quejas ni replanteos profundos de su existencia.
Ella simplemente dejaba pasar cada atardecer sin siquiera levantar su mirada al cielo. Nada le producía curiosidad, alegría, entusiasmo y mucho menos …