Las brechas salariales existen. No solo por cuestión de género, sino también por otras variables más sutiles, como la habilidad para venderse a uno mismo o para negociar con arte el salario de partida. También nos encontramos con empresas más justas que otras, que abrazan la transparencia como medida saludable. Pero si no trabajamos en una de estas compañías y si no somos unos artistas en la negociación, para saber si lo que cobramos es justo tenemos una alternativa en nuestras manos: hablar de ello. Y sobre todo, si somos mujeres. Veamos los tres motivos para animarnos a hacerlo.
Primero, la mayor parte de las personas suelen pensar que cobran menos que la media. Evidentemente, si no se llega a fin de mes, no hay ninguna duda. Pero centrémonos en los salarios más elevados. Una investigación publicada por Harvard Business Review, señala que el 79% de los profesionales que cobran por encima de la media se sienten mal retribuidos. Este resultado también es trasladable a España, según estudios realizados por consultoras especializadas. Cuando uno cree que cobra por debajo de lo que debiera, su compromiso cae en picado y su intención de cambiar de empresa se hace mayor. Necesitamos verificar si nuestro salario es bajo (o no). Y solo desde los datos podremos saberlo.
Segundo, se ha comprobado, además, que, en comparación con los hombres, las mujeres somos peores negociadoras de los salarios en entornos de ambigüedad o de falta de información. La necesidad de agradar actúa como un freno tan poderoso que nos lleva a anteponer la aceptación de quien tenemos enfrente a la búsqueda de nuestro propio interés. Por supuesto, hay excepciones, pero parece algo bastante habitual, y que sufren hasta actrices famosas como Jennifer Lawrence. Lawrence, ganadora de un Oscar, fue una de las víctimas del ciberataque de 2015 que reveló los salarios de los actores. Allí se enteró que cobraba menos que sus compañeros masculinos (y posiblemente, menos famosos que ella). Escribió: “Mentiría si no dijera que en mi decisión de cerrar el trato sin dar mucha batalla tenía cierta influencia el interés de caer bien. No quería parecer “difícil” o “malcriada”. En ese momento parecía una buena idea, hasta que vi la nómina en internet y me di cuenta de que definitivamente a ninguno de los hombres con los que estaba trabajando le preocupaba ser “difícil” o “malcriado”.
La brecha salarial existe entre los géneros y es significativa en algunas empresas, pero tampoco hemos de pensar que todas las mujeres cobramos menos que los hombres. Es más, según la investigación mencionada antes, las mujeres que reciben un pago por encima del promedio del mercado tienen un 18% más de probabilidades de creer que reciben un salario inferior al de los hombres en la misma categoría. Por tanto, debemos hablarlo y verificarlo, antes de caer en conceptos que nos hacen daño.
Y tercer motivo por el que debemos hablar de nuestros salarios, todavía queda mucho por avanzar en la calidad de liderazgo de nuestros jefes, en especial de los mandos medios. Como reconoce Carlos Delgado, presidente de Compensa Capital Humano y uno de los grandes expertos en políticas retributivas, muchos jefes todavía tienen dificultades a la hora de definir bien los objetivos vinculados al salario de sus colaboradores. Eso hace que se valoren más otras cosas un tanto cuestionables, como el “presentismo” o “calentar el asiento” de la oficina, aunque se esté pensando en el viaje del verano. Delgado aboga por explicar bien la política retributiva, para que las reglas del juego estén claras… algo que, todavía, desgraciadamente, no existe en la mayor parte de las organizaciones.
En definitiva, tenemos que hablar con naturalidad con compañeros de trabajo y amigos de nuestro sueldo y tratar la información con madurez y autocrítica. El salario no depende solo del desempeño, sino de más factores como la antigüedad, la experiencia, la carrera profesional… por eso es importante conocerlo para saber dónde estamos, porque como dice David Burkus en su conferencia TED sobre el tema: la transparencia salarial beneficia a los empleados, a las organizaciones y a la sociedad. Así pues, comencemos a hablar de lo que ganamos y máxime, si somos mujeres.
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