Ante la dificultad para encontrar talento con capacidades y habilidades puntuales, las empresas tienden a recurrir a la contraoferta con el objetivo de persuadir y retener a sus colaboradores más valiosos. Cada vez se vuelve más común esta estrategia dentro del mundo laboral, pero si no es manejada de forma adecuada puede llegar a ser contraproducente e incluso peligrosa.
Podemos definir este término como aquella práctica en la que las organizaciones caen, ante el temor de perder a un importante colaborador cuando éste anuncia que se va porque tiene una oferta de empleo en la mesa. Esta estrategia de retención ha sido ejercida por al menos 80 por ciento de las empresas con las que he tenido contacto por mis servicios de consultoría en los últimos cinco años; y su popularidad continúa en aumento.
En un intento por rescatar dicha relación laboral, las empresas hacen uso de diversos tipos de contraoferta. El más común es el incremento del salario, donde lo que se busca es igualar la oferta que el candidato tiene en sus manos. Asimismo, también puede plantearse una disminución en cuanto a responsabilidades, o incluso, hasta un cambio de puesto. Esto último puede estar relacionado con promesas a futuro que la compañía puede realizarle al colaborador, lo cual desde mi opinión es peligroso. Y es que, regularmente cuando un candidato tiene claro que se va y lo externa, pueden hacerle una propuesta con deadline para persuadirlo y mantenerlo, pero el problema radica en que la empresa no sabe si podrá cumplirla. Sin embargo, y en lo que esto sucede, le dan un paliativo, como asignarle un par de personas más al equipo para que abarque otras funciones, o algo pequeño que lo haga sentir que sus condiciones laborales cambiaron.
No obstante, y basándome en la realidad, muy pocas veces he visto que se concrete lo que el ejecutivo deseaba. Cabe aclarar que, en muchos de los casos, no se trata de una mala jugada por parte de la compañía, lo que ocurre es que nadie puede afirmar con precisión en qué tiempo algo sucederá. Las organizaciones están cambiando y transformándose de una forma muy veloz y hay ocasiones en las que no se presentan las circunstancias en el tiempo que se tenía estimado. Lo perjudicial de esta situación es que aquel colaborador que decidió quedarse ante una promesa tentadora, al no verla cristalizada, se vuelve desconfiado, y al paso del tiempo, en un promedio de seis meses, busca nuevamente otras oportunidades y termina yéndose. Definitivamente ante una promesa no cumplida la relación se fractura y nada vuelve a ser igual.
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