Imagina que vas a una tienda y que ves un montón de cosas. Algunas parecen bastante atractivas, pero no sabes ni qué son ni para qué sirven. Tampoco hay nadie que te lo explique. Quizás esos objetos consigan llamar tu atención durante un rato. Incluso puede que te animes a cogerlos o a tocarlos. Pero como no sabes como te pueden ser útiles, no te planteas comprar nada y te vas.
Esto que te he contado es absurdo ¿verdad? Pues no. Es más, es muy probable que tu estés haciendo exactamente eso.
Creo que muchos profesionales, incluido yo mismo, dejamos que sean otros quienes descubran lo que podemos hacer por ellos. Parece que nos preocupamos más por parecer, por crear una imagen más o menos atractiva, por estar en todos los sitios, que por dejar bien clarito el valor que podemos proporcionar.
Nos hemos escondido tras un título, un cargo o unos estudios y hemos asumido que esa es suficiente información para ser elegidos por quien pueda necesitarnos. Quizás por eso existe esa obsesión actualmente por crear perfiles espectaculares en Redes Sociales o por buscar nombres llamativos a lo que hacemos. Quizás por eso ahora todo el mundo es CEO en LinkedIn. Quizás por eso hay tantos “ninjas”, “apasionados” y “expertos”. Puede que, como en la tienda imaginaria del principio, te animes a buscar más información sobre su valor, pero lo más seguro es que no encuentres nada…
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