En la compañía de Amy Balliett había un problema que ella desconocía por completo.
Un empleado de su firma Killer Infographics estaba tratando de animar a los demás a abandonar la joven y pequeña empresa con sede en Seattle, Estados Unidos.
Con una fuerza de trabajo de 20 personas y una oficina de planta abierta, Balliett pensó que para el personal era difícil decirle cara a cara lo que…