No deja de sorprenderme la disociación entre los discursos y las prácticas de muchas empresas que, en un ejercicio de descarado cinismo, se apuntan públicamente a la moda de la conciliación mientras sus prácticas internas son la perpetuación del premodernismo.
Sin entrar a comentar la lamentable costumbre, por desgracia bastante extendida, de convocar reuniones en horarios que exceden la jornad