Las subcontrataciones se están yendo de madre. No parecen mala idea para empresas que tienen que cubrir una necesidad puntual, pero muchas de ellas las utilizan para el día a día de su producción. Esta práctica, para mí poco recomendable, ha calado tanto que he encontrado un caso escandaloso. Un tipo que subcontrata a unos chinos para que hagan su trabajo.
El sujeto, un exprogramador de una multinacional estadounidense (ya le han puesto en la calle), tenía un sueldo de seis cifras y decidió invertir una quinta parte de su salario en âcalidad de vidaâ. â¿Para qué trabajar si pueden hacerlo otros por ti?â, debió pensar. Aprovechó que la empresa permitía conexiones a su sistema desde el exterior para montar una red clandestina de trabajo. De este modo, se colgaba medallas de experto programador mientras se dedicaba a ver vídeos en YouTube o hacer compras en eBay. El trabajo lo hacían unos chinos, a los que remuneraba con las migajas de su elevada nómina…