El cuidado césped y las jardineras del barrio de Husby en Estocolmo, epicentro de los incidentes de los arrabales de la capital sueca, esconden el malestar de los jóvenes que se enfrentan a un alto desempleo.
Una semana de tensiones en estos barrios de inmigrantes pobres abren interrogantes sobre la integración en Suecia, donde el 15% de la población es de origen extranjero.
Los coloridos edificios de Husby están prácticamente igual que cuando se construyeron en los años 1970, aunque el tiempo ha matizado los colores, las antenas parabólicas florecen en los balcones, hay verjas en algunas ventanas y puertas blindadas en muchas casas y algún que otro graffiti en las paredes que el ayuntamiento trata de limpiar rápidamente.
El barrio tiene algunos comercios, que le dan un aire de cosmopolitismo.
En una de las ciudades más caras del mundo, un corte de cabello en la barbería Abdu cuesta 60 coronas (7 euros).
En Symba Afro Caribbean Cosmetics, Saron Haile, que lleva tres años en Suecia, prefiere hablar inglés antes que sueco. «Sólo trabajo aquí algunas veces por la mañana», dice.
En la tienda de ropa Jambo, un poco más allá, los dos somalíes que están detrás del mostrador reconocen que no hablan ni sueco ni inglés.
Husby es un producto del «Miljonprogrammet» («Programa del millón»), ambicioso plan de diez años lanzado en 1965 que iba a proporcionar vivienda social a las clases populares.
Los apartamentos prometidos se construyeron, pero este éxito del gobierno socialdemócrata se vio rápidamente empañado por la delincuencia y la concentración de problemas sociales en los nuevos barrios.
Las clases medias los abandonaron y centenares de miles de ex yugoslavos, iraquíes, afganos y somalíes, entre otras nacionalidades, se fueron a vivir a ellos.
La segregación por el lugar en que vives, el simple hecho de vivir en una «mala dirección», constituye según los sociólogos, uno de los principales obstáculos para que los inmigrantes encuentren un empleo tan rápidamente como el resto de la población…