Cuando se graduó de Comunicadora Social en la Universidad, Natalia Beltrán tenía méritos suficientes para conseguir un empleo. Fue una de las mejores estudiantes y obtuvo el reconocimiento de tesis meritoria. Pero hoy, un año después, Natalia sigue sin conseguir un trabajo.
Aunque ha inscrito su hoja de vida en varios bancos de empleo, enviado numerosos correos electrónicos a oficinas de recursos humanos y hasta viajado a otras ciudades, no se ha podido enganchar en ninguna empresa.
Su búsqueda ha sido realmente frustrante. âConseguir trabajo es muy difícil, y cuando encuentras una opción te ofrecen menos de un millón de pesos por un puesto en el que no solo estás compitiendo con otros comunicadores sociales, sino con psicólogos, sociólogos y trabajadores socialesâ, dice.
Su caso se repite por montones, porque en Colombia ocurre un drama sobre el que casi nadie habla: los padres sufren y se endeudan para sus hijos terminen pronto la universidad, pero cuando alcanzan esa meta el mercado laboral los castiga justamente por eso, porque son jóvenes e inexpertos.
De acuerdo con el estudio âInserción laboral de jóvenes profesionalesâ, publicado por un equipo de investigadores de la Universidad San Buenaventura de Cali, USB, tal situación afecta a por lo menos el 30% de los egresados de los claustros universitarios de Colombia.
Los psicólogos Johnny Orejuela, Rosa Bermúdez, Carmen Urrea y Luz Angélica Delgado, autores del estudio, identificaron las claves precisas de ese castigo. Para empezar, explica Orejuela, los más afectados son aquellos profesionales de carreras afines a las ciencias sociales, como psicólogos, sociólogos y comunicadores, entre otros, quienes pueden tardar hasta un año en conseguir un empleo.
âSi logran acceder a un trabajo formal, deben aceptar salarios inferiores a los que aspiran, de máximo dos salarios mínimos mensuales, y firmar contratos a términos fijos por prestación de serviciosâ, agrega el investigador.
Pero el problema no es sólo tardar un año o más en emplearse, sino lo que ello implica para el joven y su grupo familiar: acceder a créditos para sostenerse, apoyarse en las finanzas de los papás y perder parte de la inversión que se hizo durante los estudios universitarios; toda una suma de problemas que llevan a una pregunta desesperanzadora para miles de muchachos: ¿realmente vale la pena estudiar una carrera universitaria?
La flexibilidad laboral y la precariedad en el empleo son hoy dos realidades indiscutibles del mercado de trabajo en Colombia, dice Orejuela. Pero los jóvenes no están preparados para enfrentarlo.
¿Existe alguna salida a la encrucijada? Los expertos creen que sí, pero implica que los nuevos profesionales adopten una estrategia para ganar experiencia…