María de Lourdes Cerón tiene 46 años, de cariño le dicen Lulú; es de carácter jovial y no tiene empacho en platicar su historia.
Es trabajadora doméstica desde hace 10 años y forma parte del millón de mujeres que se dedican a esta actividad.
Aunque tenía miedo de salir a trabajar y emprender una nueva etapa en su vida, la discapacidad de uno de sus hijos, así como las ilusiones que tenía su hija mayor de continuar con sus estudios, la impulsaron a dar uno de los pasos más grandes de su vida.
âUna amiga me contactó con una señora que necesitaba ayuda en su departamento, le dije que tenía un hijo discapacitado y que quería trabajar, la señora me ayudo y hasta la fecha trabajo con la gente que conocí gracias a ellaâ, recordó Lulú.
No tiene seguro médico, prestaciones de ley o algún contrato que la avale, pero aseguró que durante una década, ninguna de las personas para las que trabajó fueron groseras o abusivas y que siempre ha sido tratada con respeto.
Las actividades de la señora Cerón son variadas, pues aparte de hacer la limpieza en una casa, se emplea durante 2 horas en una tienda naturista para hacer el aseo.
Su jornada laboral es de 9:00 a 14:00 horas aproximadamente, el horario varía según la cantidad de trabajo que tenga o los clientes que soliciten su apoyo, sin embargo la mayoría de las veces llega temprano a su hogar.
Lulú cobra entre $250 y $300 diarios por trapear barrer y mantener limpia la casa, no cocina ni plancha, pero si alguno de los clientes se lo pide, puede hacer otra actividades como hacer el mandado o ayudar con eventos especiales.
Y aunque para ella el trabajo doméstico no es desagradable, no le gustaría que ninguna de sus hijas se dedicara a eso, pues considera que sus estudios pueden darles mejores oportunidades que las que tuvo ella.
âPor eso estamos haciendo un esfuerzo mi esposo y yo, para que tengan más oportunidades, aunque a veces lo piensas porque gano más que una licenciaturaâ, explicó…