Los efectos de la inflación no se agotan en el recorte de la capacidad de compra o de ahorro ni en las dificultades para invertir sin perder valor.
La suba constante de precios termina también formando nubarrones que afectan el clima laboral en las empresas. Así, ante los elevados ajustes nominales de salarios para compensar el mayor costo de vida, existe la creciente percepción de que no se valora debidamente el esfuerzo, porque no se notan o se notan poco las diferencias en la forma de compensar. Eso lleva a que la prioridad para el empleado sea, muchas veces, obtener el mayor salario base posible, aun resignando otros beneficios no monetarios que podría negociar. Y conduce también a dudar sobre el futuro económico personal, con consecuencias como la extensión de la etapa laboral respecto del plan original.
Como efecto de todo eso hay mayores niveles de estrés, se hace más cortoplacista la mirada y, en definitiva, suele ser menor y más débil el grado de compromiso con la empresa.
Un relevamiento global elaborado por la consultora Towers Watson muestra varias diferencias en los resultados obtenidos en la Argentina respecto de los de otros países y del promedio general. Las distinciones tienen que ver con una preocupación más marcada por lo monetario y con una mayor necesidad de seguridad. «Esto está vinculado al contexto inflacionario», concluyen Chirs Pinc, consulting director global de la consultora, y Edgardo Besimsky, gerente de Towers Watson en la Argentina.
Los resultados de la encuesta -que en el país incluyó 700 entrevistas- muestran que poco más de la mitad de los empleados dudan acerca del compromiso de la empresa para recompensar su desempeño. A nivel global, el 31% marcó esa disconformidad. También es bastante más elevada la percepción de que las compañías no tienen establecido un vínculo claro entre desempeño y remuneración (56% aquí, versus el 26% en el promedio de 28 países).