La soberbia y la arrogancia son rasgos muy peligrosos en un gobernante. Y, sin embargo, al líder revestido de autoridad y poder rara vez se le exige humildad, una virtud indispensable para dirigir con ética. Es un error se mire por donde se mire, ya que, como pone de manifiesto Antonio Argandoña, esta virtud también contribuye al éxito personal y de la empresa…