Marta Romero tomaba un refresco en una terraza cuando vio de primera mano la calamidad que supone para un negocio perder inesperadamente a un empleado. «Faltaba uno de los camareros. Solo uno tenía que hacerse cargo de todo el trabajo, pero no podía. La gente empezó a levantarse e irse. Y pensé: «Con la cantidad de gente sin trabajo que hay, ¿no podría venir nadie a echar una mano?» Ese fue el …